entre el cielo y la tierra que quedan
eternos vigías,
como torrente que se despeña,
pasa la vida.
después de marchita;
de las ondas que besan la playa
y que una tras otra besándola expiran.
y en planchas de bronce grabad su armonía.
negros tormentos, dulces mentiras,
¡ay!, ¿en dónde su rastro dejaron,
en dónde, alma mía?